Ya hemos hablado antes de la importancia de conectar con nuestra esencia, de encontrar el camino que nos lleve a descubrir y poner en acción tanto nuestros talentos como capacidades para convertirnos en la mejor expresión de nosotros mismos en la Tierra.  La manera en como elijamos llegar a ese destino dependerá de nuestra cultura, creencias y experiencias; sin embargo por siglos hemos visto que diferentes civilizaciones han hecho alianzas con la naturaleza para desenvolver sus capacidades y con ello traer grandes beneficios a sus respectivas comunidades.

El cielo mediante la lluvia que nutre, refresca, alimenta con tan solo tocar sus gotas la tierra y ésta a su vez con la disposición de recibirla, procesarla y darle forma a través de frutos, flores y hermosas plantas de un sinnúmero de especies han dado al hombre la llave para recordar la conexión que tiene con el universo entero.

A pesar de haber transitado por una época en donde se empolvó esa relación estrecha que había con la naturaleza por la llegada de pensamientos individualistas hemos recuperado la noción de sentirnos parte del todo, de saber que lo que nos rodea es una proyección de nosotros mismos, de recordar que somos polvo de estrellas y como ellas poseemos un brillo particular, es decir, toda la energía para ser en plenitud.

Con esa confianza miramos de nuevo a nuestro alrededor cuya invitación se dirige a continuar esa cadena de energía que somos para compartirnos unos a otros belleza, inspiración, tranquilidad y vida. En ese tenor dirigimos la atención hoy a esos seres vivos que se posan fijos y delicados ante nosotros obsequiándonos la posibilidad de constatar su perfección a través de sus hojas,  sus pétalos que al abrirse echan a volar sus aromas y encantos llenos de magia, de armonía.

El maravilloso mundo de las plantas nos ha ofrecido por siglos un abanico de bienestar aportando alivio a malestares varios  orientados al aspecto físico, dolores del cuerpo, enfermedades y sus síntomas; sin embargo en los últimos tiempos se han considerado también los aspectos mentales y emocionales dando lugar a una visión holística de los beneficios que el reino vegetal puede aportarnos a los humanos.

La esencia de las plantas, es decir, sus aceites esenciales se convierten en el vehículo mismo para despertar la nuestra, aportándonos las condiciones adecuadas para mirar hacia nosotros, para realizar un viaje introspectivo que nos permita descubrir nuestras potencialidades y capacidades. Según la medicina holística, las plantas a través de sus aceites nos conectan con lo divino que hay en cada uno, así cada quien logra desarrollar su propia intuición para alcanzar la plenitud, su propio florecimiento.